Hombre boca, hombre oreja

Hombre boca

Esta era mi simple denominación de las personas que como yo, a lo largo de los tiempos, hablamos mucho, a veces más de la cuenta, nos gusta oírnos, repetimos una otra vez historias sobadas y resobadas, nos quejamos constantemente de todo y tenemos cuerda para rato, expresando nuestra opinión, eso como poco. Que conste que hay veces que hasta yo me "jarto" de escucharme una vez más contando algo que he contado más de una vez. Lucho, cuesta mucho, pero lucho por evitarlo, aunque a veces pienso que si ese es mi "ser", es como muy inútil esta pelea conmigo mismo.

Hombre oreja

Hace ya bastantes años, cuando aprendí a escuchar (al menos eso creí en ese momento) y siguiendo mi costumbre de contarlo todo (Hombre boca), hablaba de que había cambiado, que había dejado de ser un "Hombre boca" para pasar a ser un "Hombre oreja", que sabía usarlas, que podía escuchar a otras personas y entenderlas. ¡¡Vaya descubrimiento!! Había aprendido a conversar, a relacionarme con los demás.

No sé a qué es debido, si son temporadas, rachas o épocas, las que me sigo identificando con esas definiciones propias de mi relación con las personas. Es cierto que a veces soy un bocas, que en demasiadas ocasiones suelto por mi boca lo que pienso y después me arrepiento de haber perdido un tiempo precioso soltando frases que, ni sirven para nada e incluso dañan hasta mi propia persona.

Todo esto viene por que tanto hablar, tanto hablar y no he aprendido algo más importante, algo que me proporcionaría paz, algo tan simple y tan complicado a la vez, que hasta hay seminarios, cursos y publicaciones para aprenderlo, "comunicarme", a comunicar de forma tranquila mis opiniones, sin alterarme, sin contrariarme y sin que me cueste el sueño hacerlo vehementemente y me posea un miedo incontrolable a ¿¿qué?? . Pues eso.